lunes, 5 de septiembre de 2016

Conocimiento e ignorancia…

Hace unos cuantos años, el mayor de mis hijos me preguntó: “¿de qué te sirvió haber estudiado tanto?” pregunta que, en sí misma, encierra una realidad a la cual generalmente no le prestamos mayor atención pero que a los jóvenes ávidos de extraer datos de esa realidad, les resulta muy impactante en razón del doble mensaje que nuestra sociedad permanentemente les está ofreciendo.
Recuerdo haberle contestado “…el conocimiento me brindó mayores posibilidades para enfrentar a la realidad e interpretarla mejor; además me hizo diferente…” y terminamos conversando sobre muchas cosas con relación a esa pregunta.
Esta posición, de alguna manera siempre la expuse frente a mis alumnos, explicándoles la importancia de la educación, del conocimiento y de la necesidad de estar debidamente preparados frente a las exigencias, cada vez más elevadas, que nos hace nuestra sociedad en su conjunto.
La educación sirve a las personas y, como lógica consecuencia, sirve a la sociedad. A través de la educación el hombre asume una actitud diferente frente a cada problema que enfrenta. Dispone de mayores elementos de juicio para interpretar los procesos problemáticos y puede arribar a soluciones más adecuadas e integrales. También, ante una sociedad cada vez más exigente y competitiva, la educación brinda mayores posibilidades de éxito a las personas, permitiéndoles alcanzar con facilidad todo lo que ellas se han propuesto. Tal como la naturaleza nos muestra, siempre se impone el más capaz, el más apto (por duro que esto nos resulte aceptar).
Esto me lleva a considerar el hecho de que un título –si bien dispone de gran importancia porque acredita mi preparación y formación personal- no acredita mis capacidades y habilidades, mis aptitudes y experiencias previas, así como tampoco habla de mi ignorancia. Todo esto se resuelve a través de mi comportamiento, mis actitudes de superación y mi compromiso e involucramiento personal. Aquí es cuando la educación y el conocimiento me colocan en una situación diferente.
Al enfrentar nuestra cambiante realidad cuyos procesos son cada vez más difíciles y complicados, podremos interpretarla adecuadamente y responder con mayor solvencia a sus demandas, en tanto y cuanto dispongamos del conocimiento necesario y lo utilicemos correctamente. Si en cambio, fuéramos ignorantes respecto de esos conocimientos, no podríamos interpretar la realidad (o por lo menos no lo haríamos correctamente) y, frente a cada problema, no aparecería la solución adecuada que se requiere y éste se tornaría cada vez más complejo e inentendible.
Los valores sociales tradicionales han trucado por otros (no desaparecieron), los cuales son aceptados tal como se presentan, sin una comprensión cabal de sus alcances y consecuencias; todo de resultas de no tener una mayor comprensión de su contenido y de sus incidencias en nuestra vida social y personal. Nuestra primera reacción frente a su repercusión social negativa, es oponer resistencia, pero luego sucumbimos frente a su inexorable presencia, ya que no disponemos de argumentos suficientes y de verdadero peso para revocar su validez y negar su vigencia. Esto es consecuencia de nuestra ignorancia.
Así es como se construye una sociedad cada vez más injusta, más perversa, más hipócrita y con “dis-valores” suficientes como para hacer que la vida-en-comunidad sea crecientemente difícil e intolerable. Las personas pasan a ser seres vulnerables, cuyos derechos y libertades son negados, viéndose su dignidad seriamente amenazada. Los “falsos profetas” nos inducen a un apasionamiento que nubla nuestras conciencias y hace desaparecer el “sentido común”. La mentira se impone y la verdad desaparece tras un manto de sospechas por “intentar destruir el nuevo proyecto social” y,  quienes sostienen esa verdad, pasan a ser los que “destruyen la paz social”.
Tal como Pablo Rossi lo expone en su libro “Populismo Nunca Más, alegato por la república”, hemos construido una sociedad que no es otra cosa que: “…un proceso político que resultó tóxico para nuestras relaciones humanas básicas, corrosivo para el diálogo en el espacio público y letal para la amistad social entre los que piensan diferente. Un ciclo que batió récord en corromper la organización económica, la independencia judicial, la práctica política y hasta en pervertir el lenguaje o la percepción misma de la realidad. Un tiempo que dividió familias, amistades de una vida, relaciones laborales y todo espacio compartido donde la política irrumpió cavando trincheras y transformando la convivencia en un campo de batalla.” (pág.13). Más adelante nos continúa diciendo: “…Me refiero a la matriz utilizada para llevar a cabo sus fines, que hoy tiene disfraz de supuesto izquierdista y mañana puede trocar en derechista, surgir en cualquier geografía y encarnarse como un mesías en cualquier hombre o mujer. Ya que su máscara ideológica es la primera falsedad de una larga cadena de fraudes…” (pag.17). Solamente la ignorancia pudo llevarnos a esta situación.
Para salir de esta situación, debemos privilegiar a la educación, porque tal como lo indica  Santos Guerra: “…En eso, fundamentalmente, consiste la educación. En un proceso que nos hace pasar de una mentalidad ingenua a una mentalidad crítica. De una actitud sumisa a una postura autónoma, responsable y libre.” (“La estrategia del caballo …” - Miguel Ángel Santos Guerra – Ed. Homo Sapiens – 2006).
Debemos tener una vocación transformadora que nos permita construir una sociedad diferente, asentada sobre valores significativos y principios éticos. Solamente la educación nos entregará las herramientas necesarias para enfrentar tal desafío. Esta nueva sociedad es posible a partir de un hombre que asuma actitudes diferentes y disponga no sólo información sino también de la formación suficiente y necesaria para interpretar esos procesos en toda su magnitud y pueda actuar en consecuencia.
05 de setiembre de 2016.-


José Luis Rigazio


“La escuela contiene una promesa, muy presente en los sectores populares, de proporcionar los saberes, las habilidades y las titulaciones necesarias para la superación de las limitaciones de origen social. El populismo no asume esta promesa moderna, construye el vínculo con los sectores populares a partir de su condición popular y, por lo tanto, propone una escolarización acorde con este patrón de gobernabilidad.”   (Una escuela sin vocación transformadora - Guillermina Tiramonti  - Diario La Nación – 13/11/2013)


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