Hace unos cuantos años, el mayor de mis hijos me preguntó: “¿de qué
te sirvió haber estudiado tanto?” pregunta que, en sí misma, encierra una realidad
a la cual generalmente no le prestamos mayor atención pero que a los jóvenes
ávidos de extraer datos de esa realidad, les resulta muy impactante en razón
del doble mensaje que nuestra sociedad permanentemente les está ofreciendo.
Recuerdo haberle contestado “…el conocimiento me brindó mayores
posibilidades para enfrentar a la realidad e interpretarla mejor; además me
hizo diferente…” y terminamos conversando sobre muchas cosas con relación a esa
pregunta.
Esta posición, de alguna manera siempre la expuse frente a mis alumnos,
explicándoles la importancia de la educación, del conocimiento y de la
necesidad de estar debidamente preparados frente a las exigencias, cada vez más
elevadas, que nos hace nuestra sociedad en su conjunto.
La educación sirve a las personas y, como lógica consecuencia, sirve a
la sociedad. A través de la educación el hombre asume una actitud diferente frente
a cada problema que enfrenta. Dispone de mayores elementos de juicio para
interpretar los procesos problemáticos y puede arribar a soluciones más
adecuadas e integrales. También, ante una sociedad cada vez más exigente y
competitiva, la educación brinda mayores posibilidades de éxito a las personas,
permitiéndoles alcanzar con facilidad todo lo que ellas se han propuesto. Tal
como la naturaleza nos muestra, siempre se impone el más capaz, el más apto
(por duro que esto nos resulte aceptar).
Esto me lleva a considerar el hecho de que un título –si bien dispone de
gran importancia porque acredita mi preparación y formación personal- no
acredita mis capacidades y habilidades, mis aptitudes y experiencias previas, así
como tampoco habla de mi ignorancia. Todo esto se resuelve a través de
mi comportamiento, mis actitudes de superación y mi compromiso e involucramiento
personal. Aquí es cuando la educación y el conocimiento me colocan en
una situación diferente.
Al enfrentar nuestra cambiante realidad cuyos procesos son cada vez más
difíciles y complicados, podremos interpretarla adecuadamente y responder con
mayor solvencia a sus demandas, en tanto y cuanto dispongamos del conocimiento
necesario y lo utilicemos correctamente. Si en cambio, fuéramos ignorantes
respecto de esos conocimientos, no podríamos interpretar la realidad (o
por lo menos no lo haríamos correctamente) y, frente a cada problema, no aparecería
la solución adecuada que se requiere y éste se tornaría cada vez más complejo e
inentendible.
Los valores sociales tradicionales han trucado por otros (no
desaparecieron), los cuales son aceptados tal como se presentan, sin una
comprensión cabal de sus alcances y consecuencias; todo de resultas de no tener
una mayor comprensión de su contenido y de sus incidencias en nuestra vida
social y personal. Nuestra primera reacción frente a su repercusión social negativa,
es oponer resistencia, pero luego sucumbimos frente a su inexorable presencia,
ya que no disponemos de argumentos suficientes y de verdadero peso para revocar
su validez y negar su vigencia. Esto es consecuencia de nuestra ignorancia.
Así es como se construye una sociedad cada vez más injusta, más
perversa, más hipócrita y con “dis-valores” suficientes como para hacer que la vida-en-comunidad
sea crecientemente difícil e intolerable. Las personas pasan a ser seres
vulnerables, cuyos derechos y libertades son negados, viéndose su dignidad seriamente
amenazada. Los “falsos profetas” nos inducen a un apasionamiento que nubla
nuestras conciencias y hace desaparecer el “sentido común”. La mentira se
impone y la verdad desaparece tras un manto de sospechas por “intentar destruir el nuevo proyecto social”
y, quienes sostienen esa verdad, pasan a
ser los que “destruyen la paz social”.
Tal como Pablo Rossi lo expone en su libro “Populismo Nunca Más, alegato por
la república”, hemos construido una sociedad que no es otra cosa que: “…un proceso político que
resultó tóxico para nuestras relaciones humanas básicas, corrosivo para el
diálogo en el espacio público y letal para la amistad social entre los que
piensan diferente. Un ciclo que batió récord en corromper la organización
económica, la independencia judicial, la práctica política y hasta en pervertir
el lenguaje o la percepción misma de la realidad. Un tiempo que dividió
familias, amistades de una vida, relaciones laborales y todo espacio compartido
donde la política irrumpió cavando trincheras y transformando la convivencia en
un campo de batalla.” (pág.13). Más
adelante nos continúa diciendo: “…Me refiero a la matriz utilizada para llevar a
cabo sus fines, que hoy tiene disfraz de supuesto izquierdista y mañana puede
trocar en derechista, surgir en cualquier geografía y encarnarse como un mesías
en cualquier hombre o mujer. Ya que su máscara ideológica es la primera
falsedad de una larga cadena de fraudes…” (pag.17). Solamente la
ignorancia pudo llevarnos a esta situación.
Para salir de esta situación, debemos privilegiar a la educación, porque
tal como lo indica Santos Guerra: “…En eso, fundamentalmente, consiste la educación. En
un proceso que nos hace pasar de una mentalidad ingenua a una mentalidad
crítica. De una actitud sumisa a una postura autónoma, responsable y libre.” (“La
estrategia del caballo …” - Miguel Ángel Santos Guerra – Ed. Homo Sapiens –
2006).
Debemos tener una
vocación transformadora que nos permita construir una sociedad diferente,
asentada sobre valores significativos y principios éticos. Solamente la
educación nos entregará las herramientas necesarias para enfrentar tal desafío.
Esta nueva sociedad es posible a partir de un hombre que asuma actitudes
diferentes y disponga no sólo información sino también de la formación suficiente
y necesaria para interpretar esos procesos en toda su magnitud y pueda actuar
en consecuencia.
05 de setiembre de 2016.-
José Luis Rigazio
“La escuela
contiene una promesa, muy presente en los sectores populares, de proporcionar
los saberes, las habilidades y las titulaciones necesarias para la superación
de las limitaciones de origen social. El populismo no asume esta promesa
moderna, construye el vínculo con los sectores populares a partir de su
condición popular y, por lo tanto, propone una escolarización acorde con este
patrón de gobernabilidad.” (Una escuela sin vocación transformadora - Guillermina
Tiramonti - Diario La Nación – 13/11/2013)
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