domingo, 7 de febrero de 2021

INTERVENTORES COMUNALES Y SUS OBRAS vs. DEMOCRACIA Y DIGNIDAD (J.L.R. - 2017)

 


(Texto publicado en el año 2017)

Observar la publicación de fotografías y alegatos en favor de INTERVENTORES COMUNALES que respondían al llamado “Proceso de Reorganización Nacional”,  me han enfrentado a la triste y muy lamentable situación de tener que opinar “treinta y cuatro años han pasado y todavía no hemos aprendido de nuestros errores, ni comprendimos cuál es el fundamento y valor de la democracia”.

Cuando afirmé que estos Interventores fueron “personeros” de la peor Dictadura que oprimió y asesinó al pueblo argentino, comenzaron a aparecer alegatos sobre las obras que estos verdaderos ogros habían realizado en benefició de nuestra comunidad. SE EQUIVOCARON. Las obras tal vez fueron realizadas, pero fueron hechas sobre las sangre y tortura de nuestros vecinos y conciudadanos. Cada uno de estos personeros de la dictadura, fue miembro incondicionales del aparato represivo y torturador del Estado. Fueron delatores y ejecutores incondicionales de las órdenes denigrantes que tuvimos que soportar, destruyeron jóvenes, familias y estructuras democráticas que se encontraban a nuestro servicio defendiendo la dignidad de esta sociedad. Aprobaron leyes que destrozaban la dignidad del pueblo y lo sojuzgaba a niveles tan viles y bajos que no quedó un simple atizbo de su dignidad. Impusieron el pensamiento único y nos quitaron el derecho a opinar y pensar libremente. Persiguieron a todo aquel que no se sumara a sus designios o pensara diferente. Golpearon atrozmente a indefensas familias, torturaron y golpearon a nuestros jóvenes por el simple hecho de ser eso “juventud naciente e impetuosa” (todos conocemos a personas y familias que tuvieron que pasar por estos martirios) y también nos quitaron la posibilidad de seguir nuestros estudios libremente. Aprobaron presupuestos y realizaron obras, sin siquiera haber realizado estudios sobre su pertinencia y  necesidad fáctica…. El pueblo nunca fue consultado. La corrupción y el manejo indiscriminado de los fondos que todos aportábamos, fue el sello distintivo de esas inconstitucionales administraciones (vale mencionar las más de 30 auditorías externas que tuvimos que contratar en el primer año de nuestro gobierno en democracia, copias que puedo poner a disposición de cualquier vecino, especialmente del vergonzoso proyecto de nuestra “sala de convenciones”, reconvenida y terminada a duras penas durante el gobierno del Intendente Grimberg), Ni que hablar de los empleados ñoquis que se echaron (más de 160) y de otros que “habían metido la mano en la lata, desde tiempos inmemorables”.

Si me ponen a elegir entre obras y dignidad del pueblo, señores NO LO DUDO, elijo la DIGNIDAD  de cada uno de nuestros hombres, de cada una de nuestras familias, de nuestra sociedad. Sin dignidad no puede vivirse y siempre seremos esclavos de alguien.

Pido sinceras disculpas a aquellos que puedan haberse sentido agraviados o afectado por lo expuesto, pero obedece al pensamiento crítico y apasionado de quien estuvo involucrado durante aquellos oscuros y tormentosos años, en la defensa de nuestra democracia y sus más altos valores, sin pensar en el resguardo mi seguridad personal y sin encontrarme movido por ningún tipo de interés personal.

Para vuestra reflexión y memoria, dejo parte del alegato realizado por el juicio a las Juntas Militares:

(...)   “Este proceso (de “Reorganización Nacional”) ha significado, para quienes hemos tenido el doloroso privilegio de conocerlo íntimamente, una suerte de descenso a zonas tenebrosas del alma humana, donde la miseria, la abyección y el horror registran profundidades difíciles de imaginar antes y de comprender después.

Dante Alighieri -en "La Divina Comedia"- reservaba el séptimo círculo del infierno para los violentos: para todos aquellos que hicieran un daño a los demás mediante la fuerza. Y dentro de ese mismo recinto, sumergía en un río de sangre hirviente y nauseabunda a cierto género de condenados, así descriptos por el poeta: "Estos son los tiranos que vivieron de sangre y de rapiña. Aquí se lloran sus despiadadas faltas".

Yo no vengo ahora a propiciar tan tremenda condena para los procesados, si bien no puedo descartar que otro tribunal, de aún más elevada jerarquía que el presente, se haga oportunamente cargo de ello.

Me limitaré pues a fundamentar brevemente la humana conveniencia y necesidad del castigo. Sigo a Oliva Wondell Holmes, cuando afirma: "La ley amenaza con ciertos males si uno hace ciertas cosas. Si uno persiste en hacerlas, la ley debe infligir estos males con el objeto de que sus amenazas continúen siendo creídas".

El castigo -que según ciertas interpretaciones no es más que venganza institucionaliza- se opone, de esta manera, a la venganza incontrolada. Si esta posición nos vale ser tenidos como pertinaces retribucionistas, asumiremos el riesgo de la seguridad de que no estamos solos en la búsqueda de la deseada ecuanimidad. Aun los juristas que más escépticos se muestran respecto de la justificación de la pena, pese a relativizar la finalidad retributiva, terminan por rendirse ante la realidad.

Podemos afirmar entonces con Gunther Stratenwerth que aun cuando la función retributiva de la pena resulte dudosa, tácticamente no es sino una realidad: "La necesidad de retribución, en el caso de delitos conmovedores de la opinión pública, no podrá eliminarse sin más. Si estas necesidades no son satisfechas, es decir, si fracasa aunque sólo sea supuestamente la administración de la justicia penal, estaremos siempre ante la amenaza de la recaída en el derecho de propia mano o en la justicia de Lynch".

Por todo ello, señor presidente, este juicio y esta condena son importantes y necesarios para la Nación argentina, que ha sido ofendida por crímenes atroces. Su propia atrocidad torna monstruosa la mera hipótesis de la impunidad. Salvo que la conciencia moral de los argentinos haya descendido a niveles tribales, nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan "hechos políticos" o "contingencias del combate". Ahora que el pueblo argentino ha recuperado el gobierno y control de sus instituciones, yo asumo la responsabilidad de declarar en su nombre que el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral. A partir de este juicio y esta condena, el pueblo argentino recuperará su autoestima, su fe en los valores sobre la base de los cuales se constituyó la Nación y su imagen internacional severamente dañada por los crímenes de la represión ilegal...

Los argentinos hemos tratado de obtener la paz fundándola en el olvido, y fracasamos: ya hemos hablado de pasadas y frustradas amnistías.

Hemos tratado de buscar la paz por la vía de la violencia y el exterminio del adversario, y fracasamos: me remito al período que acabamos de describir.

A partir de este juicio y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino en la memoria; no en la violencia sino en la justicia.

Esta es nuestra oportunidad: quizá sea la última.”

(...)

Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria.

Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino.

Señores jueces: "NUNCA MÁS".   (Julio César Strassera).-

 

José Luis Rigazio - 30 de diciembre de 2017.-

 

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