lunes, 1 de junio de 2009

Carta abierta a vecinos y Centros vecinales.

ESTIMADOS VECINOS:
En primer lugar, les hago llegar mis sinceras felicitaciones por el acuerdo alcanzado por todos Uds. el martes próximo pasado (19-05-09), respecto de constituir una mesa de diálogo intervecinal. Esto muestra y habla de la madurez cívica alcanzada y vuestro compromiso con esta ciudad.
He conversado personalmente con distintos Centros Vecinales y les hice notar la importancia que tenía el producir un encuentro entre los diferentes grupos de vecinos existentes. Hablé con cada uno de los entes visitados e intercambiamos opiniones diversas respecto a la necesidad de establecer estrategias que pudieran brindar mayor y mejores soluciones a las demandas barriales y a las carencias que particularmente se presentaban en cada zona. Todos coincidimos en que “la unión hacía a la fuerza”, pero que además era necesario –dentro de un criterio de amplia participación- lograr acuerdos y planificar nuestro futuro. Bienvenido entonces este importante primer paso.
En segundo lugar, lamentablemente debo referirme a un triste episodio ocurrido en la reunión indicada. En términos sencillos, diría que se trató de un agravio que -en lo personal- lo he contestado con un respetuoso silencio pero que, en virtud de los principios y valores que defiendo no puedo dejarlo pasar.
Cuando se proscribe a una persona, cuando se la excluye o se le prohibe cualquier tipo de participación; cuando se le impide expresar sus ideas o se le niega el derecho a ser escuchado por sus semejantes, nos encontramos frente a un episodio que nos deshonra como sociedad. Más grave aun es que la motivación para tales determinaciones la constituye el hecho de no aceptar alguna condición de esa persona, lo que agrega un nuevo factor agraviante: discriminamos. Estos comportamientos antisociales no nos diferencian en nada con aquellos núcleos del poder político que todos rechazamos y que viven lesionando nuestros derechos.
El martes pasado fui a la reunión como un vecino más, invitado por otros vecinos y para conversar de las preocupaciones de todos los vecinos. No pude expresar mis ideas y opiniones, no tuve la oportunidad de ellas fueran aceptadas o rechazadas, pero más grave aun fue el hecho de que llevaba para ofrecerles a todos mis pares una serie de propuestas que considero de suma importancia para toda nuestra comunidad. Simplemente quise compartir algunos proyectos y tareas con todos los vecinos. No me movilizó otra motivación que la expuesta, no fui movido por intenciones pequeñas, mezquinas ni partidistas; sin embargo, antes de ser escuchado fui censurado.
La dictadura militar me proscribió como joven y censuró mis ideas. El actual Intendente Municipal lesionó mis derechos políticos y me negó la posibilidad de expresarme libremente en un acto electoral, al evitar o dilatar su convocatoria. Hoy un vecino pide que se me excluya de una reunión de vecinos por el simple hecho de ser candidato para una institución democrática, a la que podré acceder mediante el voto de cada uno de Uds. y que además no puede ser ocupada por persona con menos de quince años en esta localidad.
En las situaciones antes descriptas, ¿indíquenme por favor dónde encontramos alguna diferencia entre todos esos comportamientos?
Personalmente no reclamo desagravio o disculpa alguna, estas situaciones se presentan ante mi como un desafío y me fortalecen. Mi deseo y principal preocupación es que, estos agravios no existan entre iguales y nos respetemos como personas, como vecinos y como ciudadanos, sin distinciones de ninguna naturaleza, sean ellas por condiciones religiosas, políticas, étnicas o de cualquier otro tipo. Nadie puede arrogarse supremacías o derechos sobre las demás personas.
Nuestras asociaciones, entes o centros vecinales deben ser verdaderos centros democráticos al servicio de toda persona de bien y con un único objetivo: contribuir al bienestar de la comunidad. Tenemos que generar espacios participativos donde todos puedan expresarse libre y responsablemente. Solamente debe existir un alto compromiso social y un total involucramiento con el bien común.
No podemos caer en la trampa que algunos pretenden llevarnos. Cada uno de nosotros se ha constituido –de alguna manera- en un ciudadano referente, a quien nuestros convecinos recurren para solicitar un consejo, reclamar un apoyo o requerir nuestra ayuda. Nos agrade o no, hemos aceptado esta posición social y este puesto de lucha por los derechos ciudadanos. No disponemos de espacios para grandes errores o equivocaciones y esto nos obliga aun más de lo que pensamos.
Nuestros hijos y, en general, todos los jóvenes nos observan atentamente, buscando en nosotros aquellas conductas que les permitan identificarse como individuos socialmente útiles y comprometidos con sus semejantes. Por lo tanto debemos rescatar aquellos valores que muchas veces hemos olvidado: actitudes de tolerancia, respeto, igualdad, solidaridad, cooperación y participación y, al mismo tiempo, implementar procesos y estrategias que nos permitan adquirir una mayor claridad en nuestras propuestas y decisiones.
Pido disculpas por distraerlos de sus constantes preocupaciones y quedo a vuestra entera disposición.
Villa Carlos Paz, 26 de mayo de 2009.-
JOSE LUIS RIGAZIO (*)

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